Por la calle se veía pasar a mucha gente. Todo el mundo andaba deprisa, sin fijarse en lo que tenian alrededor, sin darse cuenta de nada, sin ver, por ejemplo, que la señora de la mercería había cambiado el letrero de color, que el encargado de la joyeria iba de luto, o que había un cartel de colores vistosos en la esquina de una callejuela, anunciando un nuevo local. En el cartel, un gran pastel de fresa y vainilla, y debajo, en letras rojas, "PASTELES GRATIS" y una gran flecha que señalaba el callejón.
Quizás fue por la palabra "GRATIS" que el señor Vincent Roll pilló al vuelo mientras andaba, no tan deprisa como de costumbre, lo que llamó su atención. -¿Gratis? - se preguntó el señor Roll - ¡Hoy en dia nada es gratis!- Si hubiese sido un dia normal, como los demás, seguramente habría pasado de largo y hubiese ido a la aburrida oficina a trabajar, pero aquel dia, Vincent no tenia prisa, y sin embargo, tenía curiosidad.
Entró en el callejón donde empezó a oler a bollería, y a pocos metros, pudo ver una tienda pequeña, bastante nueva, y con un escaparate lleno de pasteles y galletas multicolores. Dos colortinitas a lunares adornaban el la ventana. Delante de la tienda, de nuevo, "PASTELES GRATIS" y curiosamente, donde habría estado el nombre de la tienda, también ponía en letras acabadas de pintar "PASTELES GRATIS". El señor Roll entró en la tiendecita. Sonó una campanilla. No habia nadie. El mostrador en cambio, estaba lleno. Lleno a rebosar de tartas, bizcochos, pasteles, bombones, galletas, de chocolate, vainilla, nata, fresas, avellanas, menta, naranja, limón, canela, caramelo... Y no solo dulces! Tambien había una amplia carta de batidos y zumos.
El señor Vincent escucho ruido de cacharros.
-¿Hola? ¿Hay alguien que me pueda atender? - Y un gran estrepito de cacharros cayendo al suelo. El señor Vincent Roll empezaba a impacientarse, tenía que ir a trabajar...Pero aquellos pasteles tenian una pinta deliciosa, y aunque tubiese que pagar, se llevaría uno o dos, y quizás varias galletas.
-Perdone! Perdón, perdón, y mil perdones! Estaba en la cocina y no le he oido entrar! - En el mostrador había aparecido una chica pelirroja con unos intensos ojos verdes, cubierta de harina, que le dedicaba la primera sonrisa al cliente del dia.- Tienen buena pinta, no? Que? ¿Se ha decidido? Cual quiere llevarse? - La chica no paraba de pasar la vista del señor Vincent a los pasteles, y de los pasteles al señor Vincent, que aún dudaba.- Le recomiendo que se lleve las madalenas de canela y el pastel de naranja y chocolate, pero seguro que lo que elija le estará bien, está todo buenisimo!
La chica habia ido sacando unos bombones y los habia puesto en una bandejita, dispuestos a ser degustados, pero el señor Vincent ya se habia decidido.
-Me llevaré el pastel de cerezas, y dos ensaimadas.- Con un gesto rápido le plantó la targeta de crédito en la cara a la chica, cosa que pareció disgustarla.
-Disculpe señor, eeemm, Vincent, no hará falta su targeta de crédito, en este lugar puede llevarse lo que quiera gratis. - El señor Vincent estaba totalmente desconcertado.
-Entonces como, como puedes llevar un negocio que no te da beneficios? Eso es imposible!- a lo que la chica respondió:
- Nada es imposible, Vincent! - Se limpió la cara de harina, y le volvió a lanzar otra sonrisa. Después envolvió el pastel de cerezas y las ensaimadas, no sin antes añadir unas madalenas de canela y un trozo pequeño de pastel de naranja al paquete. - ¡Que tenga un buen día!
Una vez en la oficina, el señor Vincent Roll, quiso invitar a sus compañeros de trabajo a pastel de cerezas. Dentro de la bolsa, una tarjeta con letras doradas:
Jizabella
Encima del escritorio había dejado una de las madalenas de canela, y no pudo evitar pegarle un mordisco. Y sin darse cuenta, se le contagió la sonrisa que Jizabella le había dedicado.
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